jueves, 12 de agosto de 2010

.::Ensayos::. a propósito de "La supersticiosa ética del lector" de Jorge Luis Borges

“Los escritores contemporáneos no se leen entre sí, se vigilan.”

Juan Pablo Gómez

Si podemos suponer que el estudioso de las letras se aproxima a la literatura con alguna intención, podremos decir entonces que cualquiera que esta sea, podría estar directamente motivada por la fascinación hacia la palabra; la palabra y su sublimación. ¿Está definitivamente nuestra palabra fascinándonos en la actualidad? Esa es una de las cuestiones que Borges nos plantea en su ensayo sobre “La supersticiosa ética del lector”. La respuesta a esta interrogante no es simple porque como lectores debemos constantemente preguntarnos qué es aquello que resulta imprescindible para nosotros, cuáles son nuestras expectativas, qué es… ¿¡inaceptable!? Borges plantea también que este lector se está yendo por las ramas, son unos personajes que constituyen, más que lectores, la columna vertebral de una crítica irracional moderna que está dejando de preguntarse qué demonios quería decir el escritor. Ellos parecieran estar posesos por el delirio maniático y persecutorio del uso adecuado de un punto y coma y un no-sé-qué que pareciera confrontar a su idea de la perfección estilística. Y sí, vigilan la escritura de cualquiera e incluso en ocasiones ni siquiera emiten el juicio de que esto o aquello apesta luego de haberlo leído sino muchísimo antes cuando una voz supra-humana les dijo algo como: “este mengano no podría escribir bien.” ¿Será entonces tan difícil para todos los que nos dedicamos a explorar un texto, hacerlo desde el punto de vista donde es éste nuestro trabajo? ¿Será tan difícil abandonar esta absurda predisposición a execrar las letras ajenas sólo porque sean ajenas? ¿Todo esto porque sus vocecitas de pseudo-críticos les dijo casi: “este es un infrahumano.”?

Debemos hablar también de que Borges además nos señala que de ningún modo se está planteando una pérdida del lenguaje trabajado para el mundo de las letras donde no necesitemos apegarnos a una normativa básica sobre los principios de la escritura. Pienso que si estamos en esto es con intención de llevarlo a la realización decente y respetable mas no hasta el absurdo punto de sacrificar la emoción o la idea ante el ideal estilístico de este lector invasivo del que Borges intenta advertirnos.

El fenómeno lo plantea Borges de manera tan irónica y lograda que verdaderamente es poco lo que podemos agregar desde la perspectiva de un inofensivo estudiante de Letras, pero podremos sin duda prever, en estos momentos en que cuesta tanto ir “desarmado” a ese fenómeno de la aproximación, otro de los planteamientos que Borges nos hace: “la literatura es un arte que sabe profetizar aquel tiempo en que habrá enmudecido, y encarnizarse en la propia virtud y enamorarse de la propia disolución y cortejar su fin.” ¿Llegará de verdad ese momento en que socavemos tanto nuestras páginas, donde tanta sea la pulitura que se transforme en mero desgaste? Supongo que debemos quedarnos pidiendo otro café mientras meditamos si Willie Colón tendrá razón sobre aquello que nos dice en su “Oh que será”:

“Yo creo en muchas cosas que no he visto, y ustedes también, lo sé.
No se puede negar la existencia de algo palpado por más etéreo que
sea. No hace falta exhibir una prueba de decencia de aquello que es
tan verdadero. El único gesto es creer o no. Algunas veces hasta creer
llorando. Se trata de un tema incompleto porque le falta respuesta;
respuesta que alguno de ustedes, quizás, le pueda dar.”

-Marrón claro, por favor.

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